Monday, August 10, 2020

Análisis de documentos primarios: Estudio de caso de la Guerra de los diez años.Historia de Cuba y el Caribe.

















Análisis de documentos primarios: Estudio de caso de la Guerra de los diez años.
Historia de Cuba y el Caribe.














 
Tabla de Contenido
Introducción…………………………………………………3.
 Fenómeno de “las cubas”…………………………………..4.
 Reformismo…........................................................................6.
 Manifiesto de la junta revolucionaria…………………….9.
La Constitución de Guaimaro……………………………..12. 
Documentos…abolicionismo………………….…………...14.
Las crónicas…………………………………………………19.
Conclusión……………………………………………………24.
Bibliografía……………………………………………………26
Apéndice………………………………………………………29. 
Introducción
Esta investigación tiene el objetivo de analizar los factores principales de la guerra de los diez años de Cuba a través de documentos primarios impresos.  Los factores a estudiarse son la esclavitud, el desarrollo del pensamiento político reformista, la política de la republica cubana en armas, la abolición de la esclavitud en Cuba y el análisis historiográfico de las crónicas vertidas por Fernando Figueredo y Enrique Collazo.  Los documentos primarios seleccionados serán analizados en el contexto de los factores ya mencionados.
Las inferencias vertidas sobre el análisis hecho facilitarán la apertura del prisma histórico con que se mira lo sucedido en la guerra de los diez años.  Por medio de los decretos, manifiestos, epístolas y la comparación de crónicas se extrapolará la relevancia del evento de la revolución de 1868 al 1878 en la historia de Cuba.
La guerra de los diez años es un acontecimiento de carácter multidimensional que nos permite ver en sus diversas causas la historia cubana.  El estudio de caso de dicho evento en un entorno histórico e historiográfico nos lleva a comprender el proceso histórico cubano.  No se puede entender lo acontecido con la república de Céspedes y la revolución sin ver factores que pernearon en la historia cubana desde el principio de la colonización española, factores como el contrabando, la división de la isla en dos gobiernos, la sociedad, la cultura, el estudio de la esclavitud y la afro-descendencia entre el protagonista histórico por excelencia, el fenómeno del regionalismo. 
Es de suma relevancia hacer constancia del impacto intrínseco del regionalismo como elemento para trabajar con la historia de Cuba en el contexto de la guerra de los diez años.  Es preciso que se tome en serio la aseveración que hace el historiador cubano Pérez de la Riva a principios de los 1970’s cuando se refiere al localismo de la isla como el fenómeno de “las Cubas.”  

Fenómeno de “las cubas”; el regionalismo en la historia Cubana y su carácter protagónico.

La regionalización en Cuba es propugnada por la misma administración española desde el siglo XVI para erradicar el contrabando; un fenómeno inexorable que venía ocurriendo en la isla intrínsecamente como parte de la dinámica comercial del mosaico caribeño.  A principios del siglo XVII, se hace oficial la sede de dos gobiernos insulares en Cuba, La Habana y Pinar del Río en el occidente y Santiago-Guantánamo en el oriente.   El fenómeno no queda ahí, aunque de jure se desarrollan dos sistemas administrativos, de facto se desarrolla una multiplicidad geopolítica entre tres supra-regiones principales: La Habana como eje del occidente, el oriente  y el centro. En el contexto del desarrollo histórico de Cuba a estas supra-regiones se le añaden regiones donde el sentimiento de patria era uno a nivel local que no trascendía al de una conciencia generalizada de un ente verazmente cubano-insular.  
La regionalización se agudiza a través del proceso histórico cubano, transformando la isla en un mosaico de “pequeños reinos”  para el siglo decimonónico. Debido a la relevancia de dicho fenómeno en la evolución histórica cubana En el contexto, el regionalismo se convierte en el protagonista principal de la guerra de los diez años.  Aparte del fenómeno de “las cubas”, durante la guerra de los diez años se da un fenómeno geopolítico interesante, la isla se dividió en términos socio-económicos entre una región pro-española- usualmente las localidades que tenían sus intereses en el azúcar y dependían de la mano de obra esclava- versus una Cuba criolla, donde el entorno socio-económico-la esclavitud ínfima de carácter patriarcal-doméstica e intereses no volcados hacia una economía esclavista-permitió el desarrollo de una conciencia separatista.  La segunda se dió en las regiones del centro y el oriente (Tunas-Bayamo-Holguín); como la denomina Hernández González en su cátedra, la región mambí. 
Entre las regiones que habían desarrollado una cultura quasi-nacional y posteriormente una apatía hacia la metrópoli se encontraba la región de Bayamo, cuna del denominado padre de la patria cubana, Don Carlos Manuel de Céspedes,.  Dicha región estaba demográficamente compuesta de un 64 por ciento de blancos de los cuales un 6 por ciento  de estos eran peninsulares.   El resto eran criollos proto-aristocratizados en castas insulares, donde se desarrolla una elite criolla.  La región se componía de un siete por ciento de esclavos al momento del comienzo de la Guerra de los diez años y de un veintiocho por ciento de negros libres.   La sociedad de Tunas-Bayamo-Holguín se dedicaba a la ganadería a niveles de grandes extensiones de tierra, al minifundio y desarrollo de la azúcar de manera elemental, pues en dicha región fluctuaba esta última de unos 123 trapiches y 11 ingenios, números mínimos comparados con el área occidental de la isla.  
A esta elite regional de sucarócratas  criollos perteneció Carlos Manuel de Céspedes.   El prócer estudia en la Pontificia Universidad de la Habana, donde se hace togado en Derecho ya para 1840.  Su educación se la debe a instituciones católicas, tanto en Bayamo como en la capital cubana.  Al momento del alzamiento ya Céspedes se convirtió en un letrado de vastos años de experiencia, lo que le serviría para levantar las armas y posteriormente declarar una república cubana.
Junto a la región oriental de Bayamo, la localidad del centro, Camaguey, se hace partícipe de la secesión.  Esta región se distinguía por ser altamente ganadera y de poca presencia peninsular.  El sistema esclavista era ínfimo y el mestizaje se hizo propicio.  Camaguey era tierra de una elite criolla muy particular y muy distinta tanto al oriente como al occidente. Entre sus protagonistas de la revolución están el marqués Salvador Cisneros y Eduardo Agramonte. Su independencia geográfica propicia que en  esta región se desarrolle el ideal independentista y en contemporáneamente con el grito cespedista de la independencia se alce en armas en contra de España.  
Reformismo: Carta al Duque de la Torre.
Desde el primer cuarto del siglo XIX, comenzando con el efecto de la invasión napoleónica a España y culminando con las guerras independentistas en  América Latina, empieza a cuajarse la ideología política de reformismo en Cuba. El reformismo era un movimiento que perseguía el reconocimiento de la isla como provincia de España, la abolición de la esclavitud, el cese de los cobros de tarifas detrimentales para la isla y socialmente el incentivo de inmigrantes blancos para contrarrestar la presencia afro-étnica en la isla. El reformismo se da en un principio con un pensamiento político pro-español de igualdad fraternal; en el que los cubanos todavía se sienten parte de la “madre patria”, pero buscan la igualdad que propugna el movimiento liberal español del siglo XIX.  Los reformistas comienzan a desarrollar aquellas ideas del pensamiento  ilustrado del siglo de las luces, la igualdad del hombre ante la ley.
Las elecciones parlamentarias que surgen durante el 1837 con las nuevas cortes pautadas liberales resultó ser  propicio y oportunista para el movimiento reformista cubano.  En dichas elecciones los cubanos vieron una oportunidad para exponerse como fraternos ante los peninsulares.  Sin embargo, como sucedió en cada victoria liberal española en el siglo XIX, los izquierdistas le darían la espalda a toda reclamación política que proviniese de las posesiones de ultramar.  
Pese a las esperanzas de cambio con el gobierno liberal surgido en España en el 1837 Cuba siguió regida por el status quo, un sistema represivo colonial donde no existía un derecho inherente de los ciudadanos a libertades esenciales.  Todo giraba en torno a la política de las facultades omnímodas del designado gobernador de Cuba.  Esta situación no cambió hasta la liberación de la isla con la guerra hispano-cubano-americana del 1898.    
Ante la negativa liberal de auscultar las concesiones ambicionadas por los reformistas insulares, dicha ideología evoluciona para tratar de llevar los cambios peticionados a favor del cubano por otros medios para adquirir las libertades políticas.  El puño de hierro con el que España trataba a Cuba en su política colonial lleva a que el reformismo se manifieste de diversas maneras en la isla: Desde la propuesta provincial tipo canario a España hasta el fraguar un plan para la compra y anexión a los Estados Unidos en la época del 1845-1855.  Sin embargo, no es hasta la década de los 1860 en concreto que se ve al secesionismo como un medio de adquirir las libertades, pues los reformistas siguieron poniendo su confianza en España y en el movimiento liberal que se dio en la península en el siglo decimonónico.  
La carta de los reformistas al Duque de la Torre expone y acopia claramente los intereses y anhelos de dicho movimiento y pensamiento político. Este documento logra constatar lo ya antes mencionado sobre el reclamo reformista.
En primer lugar los cubanos pedían ser parte de la nación, Cuba como hija legítima de España.  Sin embargo, cabe denotar que las peticiones de los reformistas cubanos al Duque de la Torre resultaban abrumantes para gestionar debido a la decadencia política y económica que enfrentaba en esta época la “madre patria”.   Todavía el gobierno andaba en manos de los favoritos de Isabel II, mejor conocida como la ninfómana; una mujer que según la historiografía española, estaba pendiente de todo menos de gobernar.   
Los reformistas buscaban la identidad de derechos civiles y políticos de peninsulares y antillanos, la abolición de la esclavitud, la ampliación de la vida municipal -como los poderes de peticionar a la corona en el sistema de cabildos del siglo XVI- así restauración del poder facultativo de la diputación provincial.  Aparte de esto se pedía una amplia reforma de los aranceles, la organización de los tribunales y la supresión de las facultades omnímodas de los capitanes generales.  Las peticiones, aunque desglosadas en la gesta de la junta de información, eran demasiados cambios para una metrópolis que en aquel entonces su propia política interna no corría uniformemente. 
Los aranceles que ofrecía la apertura de los puertos a países foráneos eran demasiado lucrativos para España en esos momentos.  La balanza mercantil del 1868 refleja que aun con la guerra civil, los Estados Unidos estaban comercialmente adictos a las antillas españolas.
Por otra parte, en cuanto a erradicar la trata, la colmena aristocrática tenía aun en sus normas costumbristas y en sus intereses económicos la esclavitud.  Aunque ya para la época pareciese casi inmoral ante los ojos internacionales, España se debía a los intereses socio-económicos de los habaneros- la cual describe la historiadora Lohania Aruco era una poderosa aristocracia nobiliaria que contribuían directamente con la corona de la metrópolis.  La enorme cantidad de títulos de indias y nobleza que otorgaban a los metropolitanos de occidente en cierta medida servia de pacificador para la demanda de poder político, pues alimentaba ilusoriamente los intereses de una poderosa elite en la isla. 

Manifiesto de la junta revolucionaria de la isla de Cuba….10 de Octubre del 1868.
Al momento del manifiesto del diez de octubre, Carlos Manuel de Céspedes se había convertido en un abolicionista y ya tenía una sólida carrera de veintiocho años como abogado.  Era abolicionista por convicción pero no propugnó una postura abolicionista para el ideal separatista revolucionario precisamente pensando en la integración de las regiones cubanas y el respeto de los intereses económicos de estas ultimas.
Lo que en algún momento se pudiese llamar una postura reformista de reconocimiento a Cuba como una provincia española ya era para Céspedes una cosa del pasado.  El manifiesto como documento expositivo sirve, primeramente, para señalar a la administración española en Cuba como una de carácter tiránica y abusiva.  Lo que implica que en el grupo de Céspedes no existía ya algún trazo de negociación viable hacia el autonomismo o el reformismo.  De hecho el tildar a la “madre patria” de tirana denota la pasión de las convicciones que tenían los que el Dr. Hernández González llama de impetuosos al momento del levantamiento a las armas.  Los impetuosos que decidieron levantar armas sin esperar más tiempo para el abastecimiento económico de las regiones a alzarse en 1868, estos pensaron que si se dilataba más el proceso el movimiento secesionista podía ser descubierto.  
En ese momento Céspedes pensaba que la debilidad del reino español era evidente, tanto para la isla como dentro de la península ibérica y que la situación en ultramar era muy desfavorable para España.  De hecho, Céspedes se juega el factor de escasez económica que denunciaron los miembros secesionistas de Puerto Príncipe, que hacían que estos consideraran “acopiar recursos”  antes de cualquier levantamiento en lo que el Dr. Hernández González expone como la idea de “una zafra más”.
La declaración de la independencia hace ver el maltrecho manejo administrativo de la metrópolis española contra el gobierno insular.  Se resume en la petición peninsular de los Derechos Universales del Hombre establecida por la revolución francesa y los propugnados por el movimiento masón, libertades de derechos civiles y la retribución a la isla de la explotación foránea propiciada por España.
Los objetivos de Céspedes en el manifiesto del 10 de octubre eran el de lograr la independencia total de España y abolir gradualmente la esclavitud a cambio de una indemnización que se le otorgaría gradualmente a los terratenientes. El texto no deja duda alguna de los propósitos que se perseguían con la lucha. Céspedes puso sus objetivos en praxis inmediata a la declaración al otorgarle la libertad a sus esclavos e incorporarlos a la lucha en un plano de completa igualdad con los blancos.
El manifiesto del diez de octubre puede muy bien analizarse en el contexto del regionalismo de cuanto sabía Céspedes oír y analizar las condiciones de las otras regiones cubanas.  El hecho de que Carlos Manuel de Céspedes fuese abolicionista, pero en su manifiesto no propugnara tal convicción, respetando así los sectores cubanos afincados a la esclavitud como modus vivendi para lograr la unificación de toda Cuba para la causa abolicionista.  Otro aspecto que en el documento implica la unión de aquellos en Cuba es la evocación al abuso mismo y no a los abusadores.  Dejando entrever que la lucha no era en contra de los peninsulares o hijos de España, sino contra el abuso de España contra todos.  Este documento deja entrever que la intención era el convocar la unión de la isla hacia una misma gesta independentista por motivos no de una raza diferente criolla, sino por la explotación de los que allí residían por parte de la metrópoli. 
En el manifiesto Céspedes deja entrever sus creencias masónicas al evocar “el dios de nuestras conciencias” donde recoge un trazo de la ideología de la ilustración, la que erradica todo lo teo-céntrico.  El “dios de nuestras conciencias” no es nada menos que una retórica que implica el respeto al hombre como individuo de decidir su propio destino.  Se debe recordar que fue bajo el movimiento de logias en las distintas regiones cubanas que se orquestra el alzamiento de octubre del 1868.  Las logias propugnan al alzamiento de independencia en especial en la región de Bayamo.  Este resultó ser el mecanismo perfecto para cuajar el movimiento, pues era permitido por el gobierno insular al ser considerados como ente difuminadores del movimiento intelectual.
Otra manera en la que se ve la convicción masónica de Céspedes es la misma retórica del manifiesto que llama a la igualdad de todos los hombres, a la hermandad en forma de ser hijos de la misma patria (tantos nacidos como adoptados) y a la justicia idealizada en toda manera.  Los escritos idealistas de Céspedes también decretan el derecho inalienable a la libertad, como el derecho a la vida y a la propiedad.
La Constitución de Guaimaro.
En el contexto histórico, la constitución de Guaimaro se da en un momento en donde la metrópoli se moviliza para hacer un contraataque a los alzamientos surgidos en Oriente y en la región central de Camaguey. 
 Luego de la falla en Yara el 11 de octubre de 1868, los insurrectos de Manzanillo toman la ciudad de Bayamo.  Bajo el mando de Céspedes se establece un gobierno revolucionario provisional de tipo español, compuestos de cubanos y canarios.
Paralelamente los camagüeyanos deciden alzarse paralelamente con los orientales en el mes de noviembre de 1868.  Los camagüeyanos contaban con la ventaja de que aparte del puerto de Nuevitas y la ciudad de Puerto Príncipe no tenían concentración de peninsulares en la zona.  Al liderazgo de los camagüeyanos estaban el Marques Cisneros y el togado Ignacio Agramonte. Mientras los bayameses hicieron un gobierno práctico con Céspedes como Capitán General en el valle del Cauto, los camagüeyanos establecieron un gobierno colegiado ilustrado proto-jacobino, con una composición de tres a cinco miembros. 
Los “embriones” de gobierno propio del oriente se estuvieron vigentes desde octubre hasta abril del 1868.  La unificación de las regiones alzadas ante un inminente contraataque español era vital para la supervivencia de la revolución.  El protagonismo de la regionalización se dejaba sentir, pues para la sobrevivencia del alzamiento acaecido, tenían que unificarse los dos gobiernos y establecer una sola republica cubana. En dicho contexto el mensaje era claro, cualquier influencia regional corría en contra de los intereses de la nueva republica mambí.
Este fue el propósito de la constitución de Guaimaro.  La unión de los dos alzamientos para hacerle frente común a las fuerzas españolas que se avecinaban con la ya amenaza inminente de los españoles veteranos desembarcados bajo el mando del general Valmaceda.  Los representantes de las diferentes regiones se reúnen en Guaimaro para formar una constitución práctica que estableciera un orden homogéneo para unificar los dos gobiernos paralelos. 
Como toda constitución, la de Guaimaro tenía como fin establecer una ley básica suprema y sobre todo orgánica para el gobierno de una nueva república.  Peculiarmente, el documento refleja el miedo de los cubanos a dos fenómenos: una uniformidad que resultase castrante para los intereses locales de las regiones cubanas ante la ley básica y el evitar que Cuba se convirtiera en un sistema caudillista parecido a los que se suscitaron en América Latina después de la independencia de España.
En principio el documento pretende establecer los derechos de igualdad de establecidos por la revolución francesa y los ilustrados del siglo de las luces.  La constitución establecía un sistema republicano con autonomía de las tres ramas de gobierno en una división de poderes.  Sin embargo, algo interesante que se planteó en la constitución fue una fuerza política radicada en el poder legislativo, en donde se deja entrever que el gobierno una medida para evitar un ejecutivo fuerte-erradicando cualquier fuete de caudillismo presidencialista- y la posición equitativa en el legislativo de las regiones- una solución practica que establecía la igualdad de poder de todas las regiones cubanas salvaguardadno así sus intereses.  
En la asamblea constituyente se establecieron veinte delegados que se dividieron en la siguiente manera: cuatro para Camaguey, seis para Las Villas, cuatro para la Habana y seis para Oriente.  La composición de la asamblea constituyente infiere que este ejercicio era un asunto que respondía a loa intereses de las regiones oriente-centro y que aquellos de occidente no estaban propiamente representados; de hecho, los representantes de occidente, como el togado Antonio Zambrana, estaban sirviendo los intereses de las regiones centro-orientales.  
Documentos relacionados al Abolicionismo.
La nomenclatura social cubana se componía de los siguiente: los criollos cubanos (negros, blancos y mestizos), los peninsulares y los esclavos-estos últimos considerados un ente foráneo producto de una necesidad comercial-.   En el marco contextual abolicionista se debe destacar un elemento que se presenta desde el reformismo ilustrado hasta el mismo movimiento secesionista establecido por los levantamientos de octubre a diciembre del 1868, cuando se habla de una esclavitud cubana a finales del siglo decimonónico se refiere a un esclavo enajenado traído desde el África y no al negro criollo que ya estaba en la isla.  Por ende la esclavitud cubana no es una cuestión determinada por el racismo, sino por la africanización de la población esclava.  La fobia a caer en una “haitianización” durante el proceso abolicionista se establece claramente en los documentos analizados.    Ante esta situación el cubano reformista pensaba que la solución al problema era un blanqueamiento social mediante la la inmigración masiva de blancos a la isla.
La igualdad de todos los habitantes, estipulado en el Manifiesto del 10 de Octubre de 1868 creó una situación ambigua para la emancipación de los esclavos en Cuba.   Carlos Manuel de Céspedes plasma en el manifiesto sus convicciones abolicionistas.  En los escritos de Hortenccia Pichardo, se describe la liberación de los esclavos de Céspedes a favor de los intereses del alzamiento:
“Reunió a los esclavos (Céspedes) y los declaró libres desde aquel instante, invitándolos para que nos ayudasen si querían a conquistar nuestras libertades; lo mismo hicieron con los suyos los demás propietarios que le rodeábamos” 
Aunque propugnaba en sus convicciones la libertad de los esclavos, Céspedes tuvo que dejar a un lado la emancipación por el bien de la revolución y la fortaleza de la nueva república en armas. El interés del cubano estaba por encima de cualquier gesta de emancipación.  La emancipación, era en una ficha contraproducente para la estrategia política revolucionaria.  Por ende la cuestión era una carta política que Céspedes tenía que saber jugar a su favor.  El proclamado padre de la patria tenía que unificar una Cuba en armas.  Esto implicaba el atender los reclamos de diferentes grupos como: los esclavistas occidentales, los camagüeyanos proto-jacobinos, los mismos esclavistas de oriente y los intereses del nuevo ejército. Por ende, en vez de una causa humanista y liberal, la esclavitud se convierte en una poderosa estrategia política. 
Dicha política conciliadora en pro de la salud secesionista esta estipulada en el Decreto del 27 de diciembre de 1868 (sic) sobre la esclavitud cuando quedó establecido lo siguiente:
“Quedan declarados libres los esclavos que sus dueños presenten desde luego con esto objeto a los jefes militares...por tanto y en uso de facultades que estoy investido , he resuelto que por ahora, y mientras otra cosa no se acuerde por el país….” 
De hecho, dicho decreto reincide en una política esclavista.  El inciso séptimo del documento deja intacto el derecho de los propietarios de mantener sus esclavos como propiedad siempre y cuando sigan leales a la nueva república.  
El impacto socio-político del “palenquismo” en cuba se refleja en dicho decreto. La sociedad de los palenques comprendía de los esclavos africanos fugados y las comunidades que estos establecían en  bolsones geográficos de la isla.  Los mambices entendían que estas comunidades tenían capacidad de colaborar con la causa independentista.  Buscando nutrir al ejército cubano de nuevos voluntarios, Carlos Manuel de Céspedes declara a los esclavos prófugos que vivían en los palenques libres  siempre y cuando estos se presentaran a las autoridades cubanas, su libertad estaba condicionada a servir en el ejército cubano del capitán general Céspedes.   
Mientras la capitanía general de Bayamo tomó una actitud maquiavélicamente unificadora en cuanto a la esclavitud al postergar una decisión final sobre el asunto, la asamblea de representantes del centro-gobierno colegiado que se establece en Camaguey paralelo al de Bayamo- toma la iniciativa de abolir los esclavos en el Decreto de la asamblea de representantes del Centro sobre la abolición de la esclavitud.   
El decreto del gobierno del centro denota una postura etnocéntrica con respecto a la consideración de los intereses de otras regiones cubanas respecto a la esclavitud como materia económica.  Hortensia Pichardo expone en sus escritos que la región del centro, la de Camaguey  no prescindía de un sistema esclavista para su desarrollo comercial, pues el eje económico de la región era la ganadería; quedando la azúcar en la región a un plano indiferente.
Sin embargo, cabe denotar que la abolición de la esclavitud como lo estipula el susodicho documento del decreto en su tercer articulo no garantiza una libertad idealizada para el negro, pues estos una vez liberados estaban obligados a cumplir con ayudar a la gesta secesionista, por cuanto “a esta los negros le deben su libertad”. 
El Reglamento de Libertos que redactasen  algunos meses después (el 5 de julio de 1879) de la constitución de Guaimaro resultó ser  detrimental para el movimiento abolicionista en Cuba.  En sus escritos, Hortensia Pichardo constata la ironía de crear un reglamento de libertos para regular la actividad cotidiana de personas que la constitución había declarado libre por concepto de habitante.  Aunque fue de corta vigencia, el reglamento denota el hecho de que Cuba  no estaba preparada uniformemente para emancipar a los esclavos del todo; mas aún, el tratar de regular las libertades de los emancipados deja entrever un temor hacia una posible revolución o cambio del status quo con la integración de los libertos en masa a la sociedad insular.  
Al crear la oficina central de libertos-institución manumisionera que en ley reguló las acciones de los puestos en libertad-el reglamento de libertos demarca la intención del mecanismo de anteponerse a una plena y veraz libertad de los emancipados.  El reglamento de libertos no solo culmina con la creación de dicho organismo gubernamental en su artículo primero, sino que en el reglamento se le dan derechos expresos a los llamados “patronos”, que no era mas que un decorativo retórico para lo que en la esclavitud se designaba como dueños.  En sus artículo quinto, el reglamento establecía un patrón que trataría al esclavo como un siervo feudal.  Se le regulaba y se le obligaba a trabajar de cinco de la mañana a once de la tarde y de tres a seis de la tarde.  No solo esto, sino que se podría reprender a los esclavos de cualquier acción indebida, tratando de enmascarar dicho icono de la esclavitud misma con el adjetivo “amigablemente”. Ante el mar de incisos que contenía el reglamento, es este el más enunciativo de la hipocresía de la libertad condicionada de los esclavos en la nueva republica proclamada. 
Por el lado español, la llamada “ley Moret” o la ley de vientres que muy estratégicamente declaraba, en su articulo tercero, libre a todo esclavo que auxiliase a las tropas españolas en la insurrección cubana y si los dueños se quedasen a favor de la metrópolis, serían indemnizados por España.  Dicha ley logró que España atrajese batallones de esclavos libertos a manera de mercenarios. 
Sin embargo en una estrategia retórica estipulaba, al igual que el reglamento de libertos de la republica cubana, que dicha libertad no era plena y estaba regulada por un patronato de sus previos dueños en un sistema tan represivo en el que exigía que el valor de lo que ganase el esclavo en su jornal se redujera a la mitad, y de esa estipendio tenia que rendir la mitad a su patrono, quedando el supuesto liberto con una cuarta parte de lo que se ganaba cualquier ciudadano libre fuera de las estipulaciones de dicha ley.  
La estrategia de manumisionar a los libertos emanaba de la preocupación de ambos bandos sobre el destino de estos esclavos.  La libertad entera, como lo estipulaba la constitución de Guaimaro podía resultar en un cambio en el status quo social entre los afro-descendientes y/o africanos y el ente criollos-canarios-peninsulares.  Cabe denotar que los republicanos revueltos querían un cambio político, pero el mambí tenía sus reservas en cuanto a aquella revolución social que representaba la libertad plena de los esclavizados. Muchos de los esclavos no tenían ningún apego a donde estaban, pues su verdadera patria seguía siendo aquel reino o tribu de donde lo sacaron del África.   Las intenciones de las leyes y documentos mencionados establecen que la esclavitud, al igual que el factor regionalismo, fue una ficha político-militar que a largo plazo, llevo a la guerra de los diez años a convertirse en una insurrección de un intento fallido por lograr una república soberana por parte de los cubanos de oriente.
Las Crónicas
Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española, una crónica es la documentación de la historia que se observa en el orden de los tiempos.   El uso de las crónicas ha existido desde tiempos inmemorables y está vigente en el presente.  Aunque es una fuente por excelencia, historiográficamente hay que tomar en cuenta que sus autores vierten sus experiencias y la preceptiva observable para documentar una fuente, evento o circunstancia.
La crónica ha creado un debate sobre su clasificación como fuente histórica.  Muchos historiadores, especialmente los ultra-positivistas declaran que las crónicas no son una fuente primaria debido a que el suceso era fuente primaria para aquél que la observaba. El doctor Frederick H. Barreda y Monge estipula que una crónica al ser publicada se convierte en una fuente secundaria, mientras que los doctores Pablo Hernández, Pedro González y Everlydis Vargas argumentan que una crónica es fuente primaria aún siendo publicada debido a que se le delegan a otras especialidades historizantes como la paleografía y la etnografía la facilitación de la fuente a los historiadores para los análisis.
Las crónicas se pueden dividir en dos causales.  Las crónicas por placer y las crónicas de encomiendas.  Las crónicas por encomiendas son mandadas a hacer por un oficial durante alguna época de la historia, mientras que la de placer son escritas por motus propio.  
Fernando Figueredo Socorras fue uno de los cronistas de la guerra de los diez años.  Era de Puerto Príncipe, parte de la región de Camaguey, pero criado en Bayamo, luego su adolescencia la pasa en la Habana y mas tarde se muda para los Estados Unidos de América.    Figueredo Socorras estudió ingeniera en los EEUU y se unió al Club revolucionario cubano en el extranjero. Llegó a convertirse en el secretario personal de Carlos Manuel de Céspedes. Leonardo Depestre describe al cronista en sus aportaciones culturales en la revista electrónica Cuba Literaria:
“El estallido del movimiento independentista lo trajo de vuelta a la patria. Los cargos que ocupó en la guerra, donde alcanzó el grado de coronel, fueron numerosos: desde jefe del Estado Mayor de la división del general Manuel de Jesús Calvar, hasta representante a la Cámara de la República en Armas, en 1877. Uno de los hechos más significativos en la trayectoria de Figueredo lo constituye su presencia en la histórica Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878.” 

Su testimonio, que es de uno denominado crónicas por placer, están en la cúspide cultural cubana no solo como una aportación a la historiografía cubana sino que “constituye uno de los más entrañables y lúcidos ejemplos de…literatura histórica….” .  En fin Figueredo, al haber escrito su crónicas como memorias aventaja a un cronista que escribe en el momento porque ya esta organizado en cuestiones de sus memorias, los testimonios y el recuento pudiese estar cronológicamente pulido.  Sin embargo, el tiempo puede depreciar una memoria vivida del momento y los datos no pueden compararse con aquellos hechos por algún cronista que escribiese ad momentun en la revolución. 

Las circunstancias trascendentales de la vida de Figueredo de habitar en diversas regiones de Cuba así como en el extranjero no hacen trascender sus sentimientos a favor de oriente, su región natal.  Dichas impresiones se plasman en la amplitud de sus crónicas, una proto-oratoria de corte política y reflexiva. Figueredo Socorras amplía el universo de lectores al incluir un orden y un tono contextual a sus escritos.  El cronista recuenta los hechos de manera organizada, especialmente detallando lo político y lo patrio.   Figueredo tiene la facilidad transmitir claramente de lo que acaecía en los momentos de su relato al tener don para reflejar el contexto en el que se establecía los hechos. Su análisis político es exquisito para la fuente histórica.  
Su estilo a manera de compilación de escritos analíticamente políticos se suavizan con el gusto que parece sentir el cronista por el juego con la redacción- elemento que delata la crónica de ser una de tipo retroactiva-. Figueredo Socorras es capaz de convertir la historia en una épica literaria, algo que resultaría interesante para aquellos que gozan de las escuelas mas modernas de la historiografía, ergo los post-positivistas.  De hecho, la crónica de Figueredo goza de elementos metafóricos y otros eufemismos literarios, dejando atrás lo escueto o parco, haciendo protagonista a elementos no humanos dentro de su escritura.
“La música de Holguín amenizaba aquella reunión anunció con sus toques especiales la seductora danza criolla y que la reunión había terminado para dar comienzo al baile popular”. 

Dándole vida a la música que se escuchaba en el ambiente, el cronista Figueredo otorga matices de literatura a sus crónicas.  Precisamente porque esta crónica era una escrita por placer en las memorias del autor y posterior a la guerra,  se implica que la experiencia y la meditación entran a ser factores determinantes en el recuento primario de la guerra en la figura de Figueredo Socorras. Otro factor que hay que tomar en consideración es el hecho de que Figueredo luego del evento se fue al exterior para evitar presenciar la continuación del colonialismo español , cosa que pudiese agudizar el sentir patriótico, llegando a gloricar dicho sentimiento en su escrito.

Enrique Collazo es un militar de filas, que escribe en la guerra mientras esta se está dando.  Laureado en España con un grado en bellas letras, Enrique Collazo no titubea a la hora de hacer sentir sus sentimientos hacia todo aquello que estaba en contra de la causa revolucionaria. Sus escritos son al momento, por lo que se puede denominar al autor como un narrador de campaña. Collazo, un propulsor del caudillismo militar para que se asegurase la victoria en la revolución, estaba opuesto a que los políticos de la republica cubana-amparados bajo la constitución de Guaimaro- no inmiscuyeran sus asuntos en los asuntos de guerra; por lo que le da una tendencia de polémica a sus escritos.  (i.e. la revolución).  Las aportaciones del cronista Collazo son de carácter enfocado y cerrado para aquellos lectores que tienen amplio conocimiento de lo que sucedía en ese momento en la Guerra de los diez años.  De hecho, Collazo logra recoger los elementos esenciales del factor regionalista, describiendo los intereses y el ánimo en cada una de las regiones protagonistas en su relación con la legislatura de la república cubana.  

La intervención política de los legisladores de la republica hacia la causa de la guerra fastidia a Enrique Collazo, probablemente reflejando en este asunto su pensamiento marcial.  Éste no deja de mencionar en su recuento sobre el final de la  revolución cubana cuanta culpa tiene la falta de una mano férrea en el dominio político sobre el jacobinismo que imperaba en la republica de la insurrección.  Según Collazo, la intromisión de la legislatura en los asuntos de la guerra alimentaba los intereses “cantonistas” de las regiones, lo que repercutía en una debilidad moral, social y la estrategia militar de unificación regional de la republica en armas.  Collazo maniqueiza su narrativa a favor de la república y en contra de los españoles como participante mambí en la guerra.  Aún con este despunte, el cronista presenta un recuento muy enfocado y densamente descriptivo sobre la culminación del conflicto.  Sus escritos, dentro del contexto historiográfico de crónicas es uno de corte profesional que desdobla hacia el positivismo histórico.  Por lo tanto para aquellos que tratan de analizar lo acontecido en la guerra con un marco referencial ya establecido, Collazo resulta deleitoso.
  Por otro lado Fernando Figueredo en sus escritos analiza las estrategias de Guerra y política con el detenimiento que le han brindado los años.  Sus escritos, aunque con mucho lenguaje figurativo y tendencias prolijas propias para una novela de época, logran integrar elementos históricos importantes como lo es el papel de la geopolítica y geografía.  
En fin, se distingue las variaciones de los motivos y el motus de escribir una crónica en estos dos personajes, mientras Figueredo cae en la ironía de una mitificación profesional de la Guerra de los diez años, Collazo ofrece un trabajo mas  centrado con un ad momentum de los que allí acontece.  Es importante recalcar que ante la historiografía, ambos autores gozan de inmunidad, por cuanto una crónica no tiene la intención de análisis histórico, sino que se circunscribe al detalle de lo que se observó.  Es importante destacar que si se establece un análisis historiográfico serio hacia una crónica, no se pueden juzgar a las mismas con movimientos historizantes de aquellos cuyo aporte era analizar la historia.  Pues no es lo mismo plasmar lo que se ve, que analizar a manera histórica lo que se está viendo o lo recordado.  Tanto lo visto por Collazo, quien escribe sus crónicas con lo acaecido en el momento como las memorias de Figueredo Socorras hacen historia pero no la analizan.  El prisma de la subjetividad siempre va a estar presente en una crónica.  Es de suma importancia que se identifique el pensamiento de los cronistas para poder filtrar el contexto de dichos escritos como fuente histórica. 
Conclusión.
El análisis del pacto del Zanjón como documento es propicio para concluir lo que sucedió con la guerra de los diez años.  Según Hortensia Pichardo entre otros autores, el Zanjón no es la culminación de la guerra de los diez años, sino una amnistía en el largo proceso de la independencia de Cuba. En sus cláusulas el Zanjón le da a manera de Jure la amnistía a los cuerpos considerados “insurrectos” de Cuba. A Cuba no solo se le perdona sino que se les da el estatus que se le otorgó a la isla de Puerto Rico en 1874, la supresión de las facultades omnímodas.  
¿Qué llegó a significar una amnistía política a la república en armas?  España reconocía indirectamente la facción republicana dentro de lo que ellos llamaban insurrección y entendían que la revolución y futura secesión por levantamiento era plausible. España entiende que la magnitud cronológica de la guerra-diez años-no se podía subestimar.  Por lo tanto, cualquier acción vengativa por parte de España hacia los mambices pudo haber provocado una catálisis en la independencia.  
El fuego revolucionario quedó encendido.  A España no le quedaba otra opción que el perdonar a los revolucionarios pues era evidente que los efectos de la guerra rebasaron las expectativas del gobierno peninsular.  Aunque contenida en una región de Cuba, la guerra de los diez años probó el potencial de los cubanos para autoproclamar una independencia. 
Bibliografía
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Apéndice
Reportes congresionales de los E.E.U.U. del 41st Congreso. 1870. 

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